Cuando pienso en la simetría como concepto, sin pasar a manifestaciones concretas, las sensaciones que obtengo tienen que ver con el equilibrio, la armonía, lo perfectamente balanceado, lo jerárquico, y tensando un poco la cuerda, lo aburrido. Pero no siempre. Porque además la simetría más pura y dura de vez en cuando se utiliza para juegos que me suelen resultar de lo más divertido.
‘Dábale arroz a la zorra el abad’. Este palíndromo fue el primero que escuché y se me quedó grabado para siempre cuando estudiaba lo que eran en el instituto. ¡Una frase capicúa! Una simetría casi perfecta, qué pena no poder prescindir de los espacios.
Siempre pensé en los palíndromos como un simple juego, un ejercicio absurdamente divertido pero sin mayor finalidad. Y el otro día llegué al siguiente corto gracias a un tweet de @ariovazquez:
[vimeo http://vimeo.com/81151091]
La película me fascinó por varios motivos. Por lo obvio de utilizar el recurso de doblar su metraje reproduciéndolo hacia atrás fotograma a fotograma de forma especular. Porque me hizo pensar que se podría reproducir de forma infinita logrando una película circular en la que no sabríamos cuál es el principio ni el final. Y porque me recordó a la del día de la marmota.
Pero sobretodo porque no se trata de un ejercicio retórico, ese simple juego de simetrías del que hablaba antes. La narración que se consigue es parte fundamental para comprender la historia. Por los matices y la profundidad que le aporta se vuelve tan importante o más que el guión o la dirección.
Y para rizar el rizo, porque pese a toda esa simetría las dos historias que nos cuenta no son simétricas. Para nada. Bueno, o sí.